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El gobierno federal volvió a aumentar el precio de la gasolina, ahora tres centavos más por litro. Una mala noticia para los deteriorados bolsillos de millones de mexicanos, es cierto, pero también una medida necesaria. ¿Por qué? Porque aunque el precio parezca elevado dada la situación económica de México, el costo es menor a lo que en realidad gasta el país en importar esa gasolina. Mantener intactos los precios implicaría beneficiar a muchos a costa de los pocos contribuyentes cautivos que con sus impuestos pagan el subsidio.

El secretario de Hacienda Ernesto Cordero Arroyo ratificó en sus cargos a Alejandro Werner Wainfeld como subsecretario de Hacienda, a Dionisio Pérez Jácome Friscione como subsecretario de Egresos y a José Antonio Meade Kuribreña como subsecretario de Ingresos.

Los impuestos del futuro Para desgracia de los contribuyentes, en casi todas partes, lo que se ve en el futuro son más impuestos. De acuerdo con los datos del FMI, el déficit fiscal de los países avanzados será este año de aproximadamente 9 por ciento del PIB y para el 2010 será apenas un poco menor. De acuerdo con los programas que los gobiernos han presentado, se espera que aún para el año 2012 los déficit promedien 6 por ciento del PIB. Sólo para dimensionar este tamaño, a principios de la década de los 90 los desbalances fiscales llegaron a su punto más crítico, alcanzando poco más de 4 por ciento, pero hacia el final de la década prácticamente estaban en cero. El déficit fiscal no es otra cosa que deuda pública. A veces se olvida ese principio elemental. Y, como toda deuda, algún día tiene que pagarse. Para poder hacerlo, normalmente los gobiernos tienen que poner en práctica programas para recortar gastos o para aumentar ingresos. Por la propia naturaleza de los Congresos, que son los que usualmente tienen que aprobar la política fiscal, es menos frecuente que haya recortes de gastos que alza de impuestos. El que se haya echado mano del déficit para estimular las economías en esta coyuntura significa que alguna vez tendrán que cobrarse más impuestos para poder saldar la deuda. Lo peor es que ya antes de que atravesáramos por esta crisis había una presión fiscal subyacente que amenazaba con requerir de más impuestos y que se aprecia perfectamente en el plan de salud de Obama... o en las crecientes demandas de recursos para pagar las pensiones públicas en México. Una parte del problema tiene que ver con el cambio de la pirámide poblacional en el mundo desarrollado y aun en países como el nuestro. La mayoría de las naciones avanzadas ya consumieron su 'bono demográfico' y ahora tienen una creciente tasa de dependencia derivada de una proporción de población retirada y jubilada cada vez mayor. En México nos quedan algunos años de ese bono... pero las perspectivas para aprovecharlo son en este momento muy limitadas por el bajo crecimiento potencial que existe en el mediano plazo. Eso significa que ante el riesgo de que en el curso de la siguiente década haya una carga tributaria mayor, es probable que el impacto sobre las familias en nuestro País sea más alto que en países en los que el ingreso per cápita es de 20 mil dólares anuales o más. Es diferente que pague más impuestos un suizo a que lo haga un trabajador mexicano. Hay ahora esperanza por la iniciativa de los líderes de las fracciones de los tres grandes partidos en el Senado para realizar una discusión que permita -ahora sí- una reforma fiscal a fondo. Pero cuando se perciba que esa reforma seguramente va a significar una mayor carga, verá usted que el entusiasmo va a reducirse considerablemente, y probablemente todo quede en palabras. No sólo porque a ningún político le gusta subir impuestos, sino por el hecho de que sólo habrá aceptación de esa carga adicional cuando realmente el sector público haya hecho un esfuerzo efectivo de racionalización y eficiencia, que no se ve en el horizonte. Más vale que nos pongamos a trabajar para tener una economía que crezca más de 5 por ciento al año, pues sólo así se podrá generar la recaudación que se requiere simplemente para hacerle frente al cambio generacional que ya vivimos.

La recuperacion y los bolsillos ¿En qué momento la gente percibirá que la recuperación ya se refleja directamente en sus bolsillos? Esa sensación va a surgir sólo hasta el momento en el que el ingreso familiar tenga una tendencia positiva en términos reales y bien a bien hasta que las tasas positivas sean visibles y no marginales. Una de las mediciones más claras de este ingreso es el comportamiento de la masa salarial real que resulta de integrar las variaciones del nivel de empleo formal con las del salario real. Aunque en los últimos meses ya se han generado nuevos puestos de trabajo, si se compara contra el mismo periodo del año pasado, sigue habiendo caídas. La cifra del empleo formal al mes de octubre refleja un retroceso de 3.4 por ciento. En materia salarial, las revisiones realizadas tenían en octubre un promedio de 4.5 por ciento, que era el mismo nivel de la inflación. De esta manera, la masa salarial real tiene una caída de 3.4 por ciento, semejante a la del empleo. Las expectativas de revisión salarial que surgen de encuestas de empresas especializadas indican incrementos para los siguientes meses que van a ubicarse entre 4 y 4.5 por ciento, con una inflación que probablemente vaya a ir entre 4.5 y 5 por ciento, particularmente a partir del mes de enero. Así que lo más probable es que el salario real siga estancado o incluso que tenga una ligera reducción. Lo determinante para observar el comportamiento de la masa salarial será el desempeño del empleo. Desafortunadamente, el empleo formal en México tiende a rezagarse cuando empieza a haber crecimiento económico. Aun cuando en los primeros trimestres del próximo año ya existan variaciones positivas en el PIB, lo más probable es que por algunos meses, el empleo siga sin crecer si se mide contra el mismo periodo del año anterior. Las empresas van a utilizar al mismo personal y probablemente haya más horas hombre, pero sin que haya la incorporación de más gente. Es probable que sea hasta la segunda mitad del 2010 cuando el empleo registrado en el IMSS empiece a mostrar ya un crecimiento más visible. Y quizá sea hasta el 2011 cuando la combinación de las tasas de empleo y los niveles salariales, es decir, la masa salarial, empiece a registrar un crecimiento anual que pueda superar el 2 por ciento, para poder hacerse visible. Ojalá estuviéramos frente a una recuperación al estilo de la de 1996-97, años en los que hubo una tasa media anual de crecimiento del empleo de 6.1 por ciento. Ahora, frente a una expectativa de crecimiento económico de poco menos de 3 por ciento para el próximo año, quizás el empleo pueda crecer apenas arriba del 2 por ciento y, por tanto, todavía se quedará por abajo del nivel que tenía antes de la crisis. Se ha dicho en diversas ocasiones que teníamos que prepararnos para una crisis larga, pero a veces se nos ha olvidado. Así que en realidad sentiremos que la crisis quedó atrás y que la recuperación ya la sentimos en el bolsillo probablemente hasta dentro de más de un año, quizás hasta que haya transcurrido una parte del 2011. Son realidades amargas, que no gustan a nadie, pero más vale que las asumamos para saber qué hacer con nuestras finanzas personales y con las estrategias en las empresas.

El Muro de Mexico Hace 20 años cayó el Muro de Berlín. No estaba hecho solamente de acero y concreto. Lo integraba una poderosa argamasa de intereses, estructuras, costumbres. Y estaba hecho también de creencias que por siete décadas habían resistido los embates de la realidad: la fe en una economía central planificada, la abolición del mercado, el dogma de la dictadura del proletariado, entre otras. Finalmente, como ocurre siempre, la realidad terminó por imponerse: la súbita implosión del sistema soviético liberó de inmediato a sus ciudadanos y a sus satélites. A partir de entonces, no sin tropiezos y desencantos, aquel conglomerado de personas y países ha ido encontrando su ruta hacia la modernidad. Hace 20 años, México comenzó a derribar el muro de su premodernidad. Estaba hecho de una argamasa política mucho más suave que la de aquel (nuestro sistema no era totalitario ni nuestra economía planificada), pero los intereses corporativos, sindicales, empresariales y burocráticos que lo integran (y lo integran aún) no han sido menos resistentes, lo mismo que el conjunto ideológico de creencias que lo ha sostenido hasta ahora: el 'nacionalismo revolucionario'. En 1989, las reformas de Salinas comenzaron a modifiarlo: liberalizaron la propiedad ejidal en el campo, normalizaron las relaciones con la Iglesia católica, introdujeron programas de apoyo social a los mexicanos marginados y se firmó el Tratado de Libre Comercio. Aunque apuntaban hacia la modernización, las reformas se instrumentaron con mucha discrecionalidad y poca pulcritud, sobre todo en los procesos de privatización. Y no se acompañaron de la reforma que el contexto global favorecía: la reforma política. En México tuvimos una Perestroika parcial sin ninguna Glasnost. Finalmente, la transición democrática llegó en el sexenio de Zedillo y cristalizó en el nuevo régimen que, con todas nuestras frustraciones y desencantos, habitamos desde el 2000. El avance ha sido notable en términos de ejercicio electoral, división de poderes, federalismo, libertad de expresión y transparencia, pero el TLC y la democracia -los dos actos centrales de modernización en los últimos 20 años- no derribaron el muro mental de los mexicanos. A 20 años de distancia, no hay huellas del Muro en el viejo mundo. ¿Por qué cayó? El quiebre ocurrió cuando un líder visionario y sagaz, Mijail Gorbachov, asumió la realidad: 'el socialismo real' no era reformable. A lo largo del siglo, la crítica de los intelectuales fuera y dentro de la URSS fue minando los cimientos: Orwell, Koestler, Gide, Pasternak, Solzhenitsyn, Sájarov, Havel, Kundera, entre muchos otros, exhibieron y documentaron el rostro opresivo y empobrecedor tras la máscara utópica. Pero la crisis sólo se precipitó hasta los años 80. Cuando el gobierno polaco, que supuestamente representaba la 'dictadura del proletariado', se sintió en la necesidad de reprimir a su propio proletariado (el Sindicato Solidaridad), la contradicción se volvió ineludible, irrefutable. Esa contradicción, aunada a los límites económicos objetivos del sistema comunista, desplomó el Muro. El sistema que sustituyó a la realidad que representaba no es, ni será nunca, ideal o plenamente satisfactorio, pero las vastas mayorías en esos países lo prefieren al anterior. A 20 años de distancia de sus primeras reformas estructurales, y a casi diez de haber transitado a la democracia electoral, México continúa siendo un país amurallado. El 'nacionalismo revolucionario', genuino, popular y vigente en su tiempo, ha terminado por resultar paralizante en la práctica. Pero sus dogmas fundamentales están a tal grado arraigados en ámbitos políticos, partidistas, intelectuales, periodísticos, académicos y aun eclesiásticos, que ni siquiera son vistos como tales. Ortega y Gasset decía que 'las ideas se tienen, en las creencias se está'. Pues bien, una franja amplia de la opinión pública mexicana está en creencias que parten de la realidad nacional y mundial en tiempos de Lázaro Cárdenas, pero que en la realidad nacional y mundial de nuestro tiempo bloquean el desarrollo sano del País. Dos ejemplos, entre muchos: la negativa, probada en las bizantinas discusiones de 2008, a abrir nuestro sector energético a la inversión extranjera (aunque esa prohibición nos iguale a Norcorea, aunque nadie en el mundo entienda nuestra actitud autoinmoladora, aunque el petróleo se agote, aunque la alianza pueda ser con Petrobras); el concepto de que un sindicato, por el solo hecho de serlo, beneficia a los pobres (aunque sus servicios al público sean onerosos y corruptos, aunque sus líderes se enriquezcan, aunque sus miembros tengan sueldos y prestaciones notoriamente superiores a los de la vasta mayoría no sindicalizada, aunque sus recursos no se transparenten ni su régimen interno se democratice). La realidad nos aproxima a la hora cero, pero los protagonistas individuales y colectivos que hicieron posible la caída del Muro de Berlín no existen en el caso mexicano. Para empezar, entre nosotros la crítica no es crítica: es ortodoxia. Con excepciones, la mayoría de la clase académica e intelectual no ve el muro: forma parte del muro. Y está convencida de que la vía para sacar al País de la crisis es elevarlo hasta el cielo. Tampoco se advierte en el horizonte un Gorbachov mexicano que haga ver al ciudadano los límites con que topa ya nuestra economía, que refute dogmas y tabúes y se atreva a intentar -con razones claras y apego al derecho- la labor de demolición. Por lo demás, un líder no lo podría todo: se requiere también un Congreso responsable y maduro. En las circunstancias actuales, si nada cambia, la conclusión es preocupante: el muro caerá, tarde o temprano, pero caerá sobre nosotros.

Lo positivo de diciembre Arrancamos el último mes de un año terrible en lo económico, y en medio de las sombras hay algunas lucecitas económicas. La situación del País es tan difícil, que a veces nos genera tal pesimismo que nos hace perder de vista algunos signos positivos, débiles y titubeantes, pero positivos al fin. Estamos lejos de una recuperación sólida y robusta, pero por lo menos hay síntomas que nos dicen que las cosas no se van a poner peor. Aquí le va una colección de éstos. 1.- En el curso de las primeras dos semanas del mes habrán de pagarse aguinaldos que van a representar un ingreso adicional para poco más de 14 millones de personas. Esto significa al menos un poder de compra extra de 50 mil millones de pesos que mal que bien les va a dar vida por algunas semanas a comercios e industrias. 2.- La historia nos muestra que las ventas de todo tipo de establecimientos comerciales en México son -en promedio- entre 25 y 30 por ciento superiores a las de los meses anteriores. Es cierto que quizá no sean mayores a las de otros diciembres, pero sin duda van a ser mucho mejores que las de meses previos. 3.- Con todo y que el nivel de empleo sigue abajo del año pasado, de mayo hasta octubre se han creado en México 205 mil nuevos puestos de trabajo. Aunque tradicionalmente en diciembre hay una baja de empleos temporales, por las tendencias que se aprecian ahora no será tan crítica como la del año pasado. 4.- La producción en el País va para arriba y de manera acelerada. El IGAE del mes de septiembre, el más reciente indicador global de la actividad económica, reporta un crecimiento mensual (sin efectos estacionales) de 0.69 por ciento. Si se traduce a escala anual, significa un crecimiento de 8.3 por ciento. En el caso de los servicios, el aumento es de casi 16 por ciento. El problema es que estamos tan abajo, que este salto se nos pierde en el fondo en el que estamos. 5.- Las exportaciones de manufacturas llevan seis meses de crecimiento sistemático y las cifras de octubre (desestacionalizadas) ya están 12 por ciento por arriba del nivel más bajo al que se llegó en mayo, por lo que el sector más moderno de la economía ya va poco a poco hacia arriba. 6.- Aunque un peso fuerte no es una buena noticia para los exportadores, sí lo es para la mayoría de los consumidores, por lo que los niveles que tiene ahora auguran una buena temporada navideña en viajes que se cotizan en dólares o en la compra de diversos productos de consumo (sobre todo electrónicos) que con frecuencia también tienen sus precios relacionados a dólares. 7.- Si usted es proveedor del Gobierno federal, o de las paraestatales, también puede tener un excelente mes, pues es tradicional que en las últimas semanas del año -a veces malamente- los funcionarios abran la chequera (la institucional, claro) y hagan desembolsos muy fuertes, lo que va a dinamizar un poco a quienes tienen al Gobierno como uno de sus principales clientes. Los signos positivos que le he enumerado no quieren decir ni que la crisis haya quedado atrás ni tampoco que estemos en el preludio del arranque de un gran año. De hecho, la cuesta de enero va a ser probablemente más difícil que la de hace 12 meses. Sin embargo, le insisto en que estamos tan inmersos en las malas noticias económicas, que a veces no reparamos en los datos positivos. Y aunque no hay muchos, en este diciembre hay algunos que no pueden dejar de subrayarse.

La logica del Presidente La visión del Presidente respecto a un posible cambio en Banxico tiene que ver con su estrategia. Tras concluir la primera mitad del sexenio de Fox y luego de su tarea, compleja y desgastante, en la coordinación de la bancada panista, a Felipe Calderón lo pusieron en la banca, literalmente. Llegó a Banobras en febrero del 2003. Una entidad que le quedaba muy chiquita para su trayectoria y aspiraciones. Lo más recordable de su paso por la banca del federalismo fue un escándalo por un préstamo que lo obligó a renunciar a una prestación a la que tenía derecho. Pero Felipe tuvo paciencia y aguantó. Fue designado, en septiembre de ese año, Secretario de Energía y llegó a las grandes ligas. De golpe se convirtió en precandidato presidencial. A donde fueres haz lo que vieres, reza el dicho. Y Calderón sólo imitó Creel, que hacía proselitismo desde la Secretaría de Gobernación para caminar hacia la candidatura presidencial. La diferencia es que a Calderón le costó un jalón de orejas público de Fox, que no toleró, y renunció apenas a nueve meses de haber tomado Energía. Calderón quedó en el ostracismo, pero comenzó, junto con sus más cercanos, a hacer un trabajo oscuro y eficaz, de uno a uno, para poder garantizar un proceso interno en el PAN que le diera oportunidad de contender por la Presidencia. Consiguió que el proceso no fuera abierto y las votaciones tuvieran una secuencia de zonas. El resultado fue que logró la candidatura en octubre del 2005, por encima de la voluntad y manejos de Marta y Fox. Llegó con todas las desventajas a contender por la Presidencia, pero tuvo la habilidad para remontar la desventaja y, así haya sido por un margen muy pequeño y en medio de cuestionamientos, ganó las elecciones en julio del 2006. Todo ello determinó una visión. Calderón ganó con un equipo cercano, hábil y leal. Sin embargo, cuando tuvo que nombrar un Secretario de Hacienda, supo que no tenía a nadie que pudiera con el paquete en su equipo. El encargado de los temas económicos en la campaña, Ernesto Cordero, fue el encargado de viajar a Washington a plantearle al subdirector gerente del FMI, Agustín Carstens, la propuesta de convertirse en el Secretario de Hacienda del nuevo Gobierno. Carstens armó la Secretaría con dos piezas suyas, Alejandro Werner y Fernando Sánchez Ugarte. Pero en la tarea de egresos quedó como subsecretario alguien muy cercano al Presidente: Ernesto Cordero. El nuevo Secretario se colgó su primera medalla cuando consiguió la reforma del sistema de pensiones del ISSSTE, que le quitó presión de largo plazo a las finanzas públicas. Luego, en medio de muchos jaleos, logró sacar el IETU sin un costo político tan alto. En el camino, Cordero dejó Hacienda y pasó al primer círculo en calidad de titular de Sedesol. En las últimas semanas, el Presidente ha estado con la disyuntiva de si su amigo y colaborador ahora sí ya tiene las capacidades para reemplazar a Carstens. Si llega a la conclusión de que así es, no habrá duda. El 'gordo', como le dicen los más cercanos, se iría al banco central, y un actuario se convertirá por primera vez en titular de Hacienda. Si no es así, probablemente Felipe prefiera ir en contra de su filosofía y su historia, y deje a alguien distante de él, Ortiz, como titular de Banxico. La realidad a estas alturas es que todo depende de cómo vea el Presidente a Cordero.

Nombramientos y dudas Aunque no se expresen, los nombramientos de ayer desataron dudas en el sector financiero del País. De manera pública, los organismos empresariales, así como directivos bancarios y la mayoría de los expertos, se congratularon por la decisión del Presidente Calderón de proponer a Agustín Carstens para Banxico y nombrar a Ernesto Cordero nuevo titular de Hacienda. De manera privada, muchos de los enterados encontraron inexplicable la decisión presidencial, derivada casi exclusivamente de su deseo de deshacerse del incómodo gobernador de Banxico, y de tener en Hacienda a uno de los hombres más cercanos al Presidente de la República. La explicación del porqué no hacen pública su opinión privada me la dio un dirigente empresarial, que señalaba que no podían contribuir a generar desconfianza respecto a la situación financiera de México, reconociendo que, al menos, estos movimientos crean un cierto nivel de incertidumbre. El lunes escribíamos en este espacio: 'En las últimas semanas, el Presidente ha estado con la disyuntiva de si su amigo y colaborador (Cordero) ahora sí ya tiene las capacidades para reemplazar a Carstens. 'Si llega a la conclusión de que así es, no habrá duda'. Todo indica que el fin de semana acabó de inclinarse la balanza. Quienes planteaban las ventajas de que no hubiera cambios en los equipos de Hacienda y Banxico partían de la base de que los titulares de ambas dependencias estaban calificados para hacer el trabajo y que el movimiento era innecesario. En contraste, pedían -como lo han hecho desde hace meses- un cambio en Economía. Aunque no deja de preocupar que el gobernador de Banxico esté demasiado cercano al Presidente, las principales inquietudes provienen del cambio en Hacienda. Nadie cuestiona el talento y la honestidad de Ernesto Cordero, pero muchos sí lo hacen con su falta de experiencia. Aunque estuvo en la subsecretaría de Egresos, los temas principales de los próximos meses tendrán que ver con la reforma fiscal y con la estabilidad financiera y el crecimiento del País en temas en los que Carstens tenía una experiencia sobrada. Se ha hecho público que no habrá cambios inmediatos en el equipo de Hacienda, lo que genera cierta tranquilidad en el hecho de que continúen operando Alejandro Werner, José Antonio Meade y Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena en los temas que son más distantes del Secretario Cordero. Pero también se sabe que habrá asuntos en los que las decisiones deberá tomarlas el Secretario y en ellos quizá pudiera no haber el conocimiento que sólo se obtiene con los años de experiencia. Otra de las preocupaciones es que el propio Presidente Calderón se convierte en un poder con mayor peso en el día a día de Hacienda, debido que la carrera en la administración pública de Cordero se hizo a la sombra del actual Mandatario. También hay un ángulo que no puede perderse de vista. Los legisladores del PRI, que insistieron en la permanencia de Ortiz en Banxico, no van a dar una ratificación gratuita a Carstens, al margen de sus indiscutibles calificaciones, lo que implica que en esa negociación el tricolor podrá poner sobre la mesa asuntos diversos, desde la reforma del Estado hasta asuntos presupuestales. No habrá corrida financiera tras los cambios, pero los mercados van a ver con lupa las primeras decisiones de Hacienda y el Banco de México en el 2010 y van a ser muy duros si juzgan que se está tomando un curso incorrecto de acción.

Abrir el Banxico Es tiempo de plantear una modificación a la ley para hacer públicas las minutas de la Junta de Gobierno de Banxico. Durante mucho tiempo nos dijeron una y otra vez que la mejor contribución que puede hacer un banco central al crecimiento de la economía es preservar el poder adquisitivo de la moneda. Es decir, combatir la inflación. Sin embargo, en las entrevistas y declaraciones que ha hecho Agustín Carstens, tras ser nominado para ocupar la gubernatura del Banco de México, ha dejado entrever que esto no es tan automático. En el discurso en el que aceptó la nominación hecha por el Presidente Calderón, Carstens hizo una crítica tácita a la gestión de Ortiz al señalar que más allá de cumplir con el mandato constitucional del banco 'no obsta para que se puedan explotar de manera mucho más efectiva oportunidades de coordinación entre el Banco de México y el Gobierno federal en la consecución de objetivos más amplios... todos los mexicanos debemos sumar esfuerzos para retomar la senda de crecimiento económico acelerado'. No queda claro qué instrumentos podría emplear el banco central para incentivar el crecimiento. Será interesante que los senadores, al interrogar al nominado para gobernador, le pidan más detalles respecto a ello y respecto a lo que tiene en mente en materia de cooperación con el Gobierno. Sin embargo, en estas grandes definiciones sería indispensable saber también qué es lo que opinan los otros cuatro integrantes de la Junta de Gobierno, pues como el propio Carstens lo ha dicho, en la junta su voto es uno más, aunque él tendría a su cargo el staff completo del banco. Van a darse momentos de tensión el próximo año, cuando probablemente tenga que plantearse la posibilidad de aumentar nuevamente tasas de interés ante las renovadas presiones inflacionarias. Y, en ese momento, quizá la búsqueda de la estabilidad de precios riña temporalmente con la promoción del crecimiento. ¿Presionará Carstens a la Junta para que no suban las tasas, aunque los otros integrantes de ésta vean la necesidad de hacerlo? Quizá los senadores que andan elucubrando respecto a darle a Banxico un doble mandato, se pudieran concentrar en proponer una reforma legal para que las minutas de las reuniones de la Junta de Gobierno, al menos de algunas de ellas, se hicieran públicas pasado cierto tiempo, como ocurre, por ejemplo, en el caso de la Reserva Federal de Estados Unidos. Hoy, eso podría ser un blindaje a la autonomía del banco central y un seguro respecto a las posibilidades de que el Gobierno federal quiera intervenir en las decisiones del banco. En el caso de Hacienda, hay que ver hasta qué punto la política de gasto se relaja un poco más. Cordero llega con la encomienda de propiciar el crecimiento, pero manteniendo el equilibrio de las finanzas públicas. No siempre se pueden compaginar los dos objetivos y en cierto momento también pueden ser metas que compitan entre sí. La reforma fiscal que se ha planteado, y que muchos entienden como pagar menos, es inviable con las presiones fiscales de mediano plazo sin un recorte a fondo de las estructuras de Gobierno. Pero al mismo tiempo una mayor carga tributaria puede implicar que se lastre adicionalmente al crecimiento al reducir el monto de recursos en manos privadas. ¿Será acaso más proclive al déficit y a la deuda el nuevo Secretario? Son éstos los temas que van a verse con lupa en la gestión de los nuevos funcionarios.

Las generaciones actuales Hoy gobierna a México la generación política nacida entre 1950 y 1965. Está en el Ejecutivo, el Legislativo, el Gobierno del DF y en muchos estados. Está en el PRI, el PRD y el PAN. ¿Cómo convendría llamarla? Tal vez: 'Generación de la Modernidad Fallida' (GMF). El libreto de las generaciones volteó la página en el sexenio de Ernesto Zedillo (1951). Pertenecía a la generación que debía fundar un nuevo ciclo, ya no posrevolucionario sino puramente moderno, un ciclo que debía llevar al País a un estadio superior de civilidad, prosperidad, equidad y democracia. Y así ocurrió... por breves años. Si bien México no creció como debía, la transición política se llevó a cabo con un orden admirable. No es casual que uno de los personajes centrales de ese proceso aterciopelado haya sido José Woldenberg (1952). Militante de izquierda en los 80, entendió temprano los imperativos morales y políticos de la democracia y se reformó a sí mismo. Se volvió uno de los hombres representativos de nuestra exigua izquierda moderna, tolerante, liberal. Con ésas y otras cartas credenciales encabezó al IFE, instrumento fundamental de un cambio de instituciones y costumbres políticas que entre todos conquistamos y que a veces no valoramos lo suficiente. Lo natural en el año 2000 hubiese sido que un miembro de esa generación consolidara los avances y los llevara más lejos. Pero entonces el libreto de las generaciones dio un salto para atrás: los tres contendientes pertenecían al ciclo anterior, supuestamente superado: Cárdenas (1934), Labastida (1942) y Fox (1942). El Presidente Fox resultó un hombre de ruptura, no un edificador. Y es una lástima: el país hubiese respondido con entusiasmo a sus propuestas de reforma estructural. No faltaron miembros de su gabinete (pertenecientes a la generación nueva) que las insinuaron. Otros y otras (también de esa zona de edades) aconsejaron un cambio paulatino o ninguno, situación que en la práctica condujo a la inmovilidad, la pérdida de tiempo y, peor aún, el vacío de poder. Ese vacío lo aprovecharon miembros anacrónicos de la joven generación: nostálgicos del 68 y obsedidos por la ideología del 'nacionalismo revolucionario' se entregaron a un líder carismático que encarnaba el remoto pasado caudillista, no el orden institucional y democrático. Así fue como la que iba a ser la GM se convirtió en la GMF. Hoy los principales abanderados de la GMF en el PRI navegan entre el pragmatismo, el dogmatismo y los medios, esperando reconquistar Los Pinos y entonces, sólo entonces, impulsar las reformas que ellos consideren necesarias pero que nadie, hoy por hoy, sabe cuáles son. Por su parte, el Presidente y su equipo (en el que predomina también esa generación) toman aire para presentar con su partido las reformas anunciadas. Ante la pérdida de credibilidad por su manejo de la crisis económica, deberían poner de inmediato sobre la mesa esas propuestas. En cuanto al PRD, la pregunta es obvia: ¿su 'refundación' implicará una reforma o afianzará los dogmas del 'nacionalismo revolucionario'? ¿Propiciará un programa modernizador o se inclinará ante el caudillo? Lo primero, estoy seguro, convertiría al PRD en una opción convincente para el 2012. Los veteranos de la GMF ya peinan (si es que peinan) canas: van a cumplir 60 años. Los más jóvenes tienen 45 años de edad, es decir, no se cuecen al primer hervor. (A esa edad Lázaro Cárdenas ya era ex Presidente). Ni unos ni otros han presentado al ciudadano un proyecto práctico, detallado, fragmentario si se quiere pero asequible para el país. La mayoría se limita a vocear un catálogo de vaguedades. En el teatro rápido de la política el tiempo vuela más que en el de la vida, y por eso dudo que esa generación (que debió fundar un nuevo ciclo) vaya a aportar mucho más al país. Cierto, algunos posibles precandidatos a la presidencia pertenecen a este grupo. Pero están dejando ir el tren de la historia. Lo cual deja a la generación siguiente, la llamada 'Generación X' (nacida entre 1966 y 1980) en una situación de orfandad que, sin embargo, tiene sus ventajas. Imaginemos a un hombre de aproximadamente 35 años. Para él, la Revolución Mexicana con todo y sus íconos es tan remota como la Independencia o la Conquista. Para él, el movimiento estudiantil del 68 es una épica que no quiere repetir. Pasó su infancia en medio de la crisis (82, 88), abrió los ojos horrorizados con el asesinato de Colosio, se llenó de esperanza con la transición política, se ilusionó con la campaña de Fox, se desilusionó con la gestión de Fox. Para él el PRI es sinónimo de corrupción, el PAN de mochería, por eso quiso creer en la izquierda, pero la izquierda mesiánica lo decepcionó. Ha vivido este sexenio en vilo. No se reconoce en los partidos y tiene una visión muy crítica tanto del Gobierno como de la Oposición. ¿Qué debe hacer? Una opción es confiar en los representantes de su propia Generación X que ocupan ya cargos públicos y pueden ser contendientes para el 2012. Pero es difícil creer en ellos si nadie sabe, en concreto, qué país quieren. ¿Lo saben ellos? Por eso, al hipotético personaje no le queda más alternativa que asumir su orfandad -asumirla como opción de libertad, valor y creatividad- y buscar por cuenta propia caminos de participación cívica y política para lograr el cambio estructural que México requiere. Ésa es su tarea para el año entrante: el Año del Bicentenario.

El futuro de Cordero ¿Habrá alguien que le crea a Ernesto Cordero cuando dice que no le interesa la candidatura del PAN a la presidencia de la República? Es cierto que en sentido estricto la permanencia en la Sedesol le hubiera beneficiado más a una presunta aspiración presidencial en la medida que era una secretaría que da más réditos que costos. Pero también es un hecho que no hay ningún punto de comparación en la exposición pública que va a recibir ahora en calidad de titular de las finanzas nacionales. A partir de ya se va convertir en celebridad, mientras que hace una semana era casi un desconocido. Si la economía empieza a crecer pronto y hay reformas que prosperen, es probable que la buena estrella de Cordero vaya hacia arriba. Cuando llegó Carstens a Hacienda, la economía crecía -en el cuarto trimestre del 2006- a una tasa anual de 4 por ciento y al irse dejó probablemente una tasa negativa de -2 por ciento. Salvo que alguna sorpresa ocurra, la economía mexicana comenzará cayendo la gestión de Cordero y terminará probablemente con un crecimiento de más de 3 por ciento si sigue en Hacienda hacia el final del 2011. El actual secretario de Hacienda declaró una semana antes de ser nombrado que estaba completamente comprometido con la Sedesol y que no le hacía ningún ruido la mención de su nombre para ir a Hacienda. Ya vimos que la realidad fue otra. Cordero no solo es el primer actuario que maneja Hacienda; también es el primer panista que lo hace y además es el primer funcionario que pasa de la Sedesol a Hacienda. Es decir, pasa de repartir dinero con las políticas sociales a cobrar dinero con las políticas fiscales. Todo ello le da muchas peculiaridades a su gestión. Hay dos tipos de tareas en la SHCP, las del día a día y las estratégicas. Las primeras son manejables por el personal que allí está, salvo cuando cambian funcionarios en varios niveles, como ocurrió en diciembre de 1994, lo que no ha sucedido ahora. Una prueba de la inercia operativa que hay es que el viernes pasado se dio una colocación de papel del gobierno mexicano en Japón por alrededor de mil 700 millones de dólares en un llamado 'bono samurai', en el que Cordero seguramente no intervino sino para firmar lo necesario si hubiera sido el caso. Pero, hay otro tipo de tareas que son de carácter estratégico. Por ejemplo, el instrumentar una nueva reforma fiscal en acuerdo con el Congreso. De hecho, esa será la principal tarea de Cordero y quizás también la razón por la que al final el Presidente consideró que era mejor poner a su amigo a cargo y no dejar que Carstens la operara. El alcance de esta revisión pretendería incluso cuestionar algunas de las modificaciones fiscales que se hicieron el curso del sexenio y Carstens no tendría credibilidad para hacerlo. Si a Cordero le sale bien el trabajo, va a ser más que visible que es el delfín de Calderón. Y si le sale mal, simplemente va a confirmar lo que ahora dice en el sentido de que no le interesa la candidatura. Su posición no es la más cómoda. Llega cuestionado, y si hace las cosas bien, se van a confirmar las aspiraciones políticas que hoy niega; pero si las cosas salen mal, entonces va a confirmar las opiniones que lo califican de poco competente. Hay muchas cosas que deberán observarse en la gestión de Cordero en Hacienda, pero tenga la certeza de que su tarea no es nada sencilla.

Rechazar la mediocridad Uno de los problemas graves que nos puede dejar esta crisis es conformarnos con poco y estar contentos con nuestra mediocridad. Conformarnos con ella es estar contentos porque no nos quitaron el grado de inversión aunque nos hayan bajado la nota. Otro ejemplo es darnos por satisfechos porque el empleo formal ya sólo cae a una tasa de 2.2 por ciento en noviembre, o porque la economía va a crecer al 3 por ciento en el 2010, o porque los mercados financieros ya no se deterioran más. Pareciera explicable que cuando hemos tenido una caída de 7 por ciento, crecer al 3 por ciento suene maravilloso. Pero precisamente por eso, hay que vacunarnos en contra del conformismo con la mediocridad. Si las inercias siguen, a todo lo que podemos aspirar es a que en diciembre de 2012, cuando termine este sexenio, hayamos apenas regresado al ingreso per cápita que teníamos antes de que estallara la crisis. Y si la economía creciera por 20 años a una tasa promedio de 3.5 por ciento (que hoy nos puede parecer magnífico) y por lo tanto el ingreso por persona lo hiciera a 2.6 por ciento, aspiraríamos a que en el año 2030 tuviéramos un ingreso por persona semejante a 17 mil 430 dólares, lo que es igual al 55 por ciento del nivel de vida que tiene hoy España y sería apenas equivalente a lo que hoy tiene Corea del Sur. Una explicación del por qué una tasa de crecimiento del 3 por ciento nos parece muy buena es porque al volver la vista hacia el pasado, encontramos que en los últimos 20 años el PIB por persona en México se incrementó en 25.5 por ciento, lo que significa apenas un crecimiento anual de 1.1 por ciento en promedio. Por esa razón es que pareciera que un 2.6 por ciento per cápita es fabuloso, cuando en verdad es una cifra mediocre para un país subdesarrollado. Para salir de esa visión requerimos tener algún objetivo ambicioso, que logre movilizar las energías del País. Si nuestro objetivo fuera, por ejemplo, alcanzar el nivel de desarrollo que actualmente tiene España, en un plazo de 30 años, se requeriría que el PIB por persona creciera a una tasa media anual de 4.5 por ciento. Suponiendo que el aumento natural de la población sigue como ahora, en 0.9 por ciento anual, necesitaríamos un crecimiento promedio de 5.4 por ciento al año. Lo que hoy puede parecer tan lejano en realidad es algo que ya vivió la economía mexicana y por un periodo muy largo. Si consideramos el lapso entre 1950 y 1980, encontramos que el crecimiento económico promedio de nuestro País alcanzó el 6.4 por ciento anual. Es cierto que en los 70 se dieron bases para la quiebra de este esquema, pero también que tuvimos probablemente dos generaciones, todos los que nacieron entre los 40 y hasta finales de los 60, crecieron en una economía que se expandía. Nos hacen falta esas figuras que eran los flechadores del sol, que lanzaban al cielo flechas que ni por asomo iban a acercarse siquiera al astro. Pero que, en los intentos de conseguirlo disparaban más y más alto. Lo peor que nos puede pasar como nación es creernos que somos incapaces hoy de hacer lo que hicieron nuestros padres o lo que en este momento están realizando los pueblos de otras latitudes. Si nos lo creemos, estaremos de antemano condenados a la mediocridad.

El TLC con Brasil Como si fuera la Copa América de futbol. Es probable que tengamos que eliminarnos contra Brasil... pero ahora en materia comercial. Brasil se ha convertido sin lugar a dudas en la nación más interesante de América Latina. No sólo es el país más grande de la región, sino que es el lugar de moda para invertir. Lula es el líder más reconocido de América Latina. No es gratuito que dos de los eventos más populares del mundo se vayan a realizar allá en los próximos años (el Mundial de Futbol y las Olimpiadas) y tampoco, que hayan logrado sortear la crisis con gran éxito. Han dado también un salto mortal. En realidad, ya no es tan relevante quién vaya a suceder a Lula en la presidencia de ese país, pues se ha logrado internalizar el proyecto económico de largo plazo que viene desde la era de Fernando Henrique Cardoso, antecesor de Lula. Las empresas que operan en esa nación saben que la economía brasileña no es un dechado de virtudes. Por ejemplo, en términos fiscales puede ser más costosa que la de México. La burocracia brasileña no canta mal las rancheras y se da un quién vive con la peor que tengamos en México. La desigualdad de esa nación es aún más grande que la de México y los poderes efectivos que tienen los gobernadores en sus 26 estados serían la envidia de Ulises Ruiz o Fidel Herrera. Pero, con todo y todo, más y más empresas le apuestan a Brasil. La razón, dicen los que tienen inversiones allá, es que un país con más de 190 millones de habitantes, con las riquezas naturales que tiene y el empuje que ha mostrado, es simplemente para no quedarse afuera. El PIB de Brasil, según los datos del FMI, es actualmente de 1 billón 481 mil millones de dólares, lo que se compara con el de 866 mil millones que estima el Fondo para México. Aunque influido por los tipos de cambio, actualmente, la producción de esa nación es superior en 71 por ciento a la de México. Pues todo esto se lo cuento porque Brasil será un tema central para el próximo año debido a que negociaremos con él un Tratado de Libre Comercio. Muchos empresarios mexicanos han puesto el grito en el cielo cuando han visto la inminencia del hecho. El problema es que no habrá opción. Resulta que en Estados Unidos se está evaluado seriamente en la administración de Obama hacer lo mismo. Y si Estados Unidos decide negociar con Brasil, más vale que pensemos seriamente en lo que vamos a hacer, pues sería un golpe durísimo para la presencia de productos mexicanos en EU. El presidente Lula estará en México por allá en el mes de febrero. Piense que para entonces va a ser un hecho que ya se perfila la negociación. De hecho, las autoridades mexicanas ya trabajan en una estrategia que se divide en dos partes. Lo primero que tendría que definirse son los mecanismos para solución de controversias. Los brasileños no tienen fama de ser los más facilitos en los litigios, así que lo primero que tiene que dejarse en claro es cómo se resolverían las diferencias entre los firmantes del Acuerdo. Y la segunda etapa de la negociación ya tendría que ver el asunto del acceso a mercados, lo que trae preocupados a los industriales y a los productores del campo. No imagine que este TLC es algo remoto. Considérelo inminente y mejor empiece a investigar los riesgos y las oportunidades que le puede representar esta nueva relación con el gigante sudamericano.

Un engañoso crecimiento Si no hubiera sorpresas, la economía mexicana crecerá en el arranque del 2010 más de lo que la mayoría espera. Pero no se ponga a dar saltos de alegría. La razón es que la caída que hemos tenido en 2009 ha sido tan profunda y la base de comparación está tan abajo que resulta fácil tener tasas altas de crecimiento. Vamos a los detalles para no hablar en el aire. Si durante el primer trimestre del año que viene, el PIB creciera a un ritmo de 4 por ciento respecto al nivel de los primeros tres meses de 2009, sumaría 8 billones 345 mil millones de pesos. Este nivel, sin embargo, estaría 1.3 por ciento por abajo del correspondiente al tercer trimestre de este año y habría retrocedido 4.2 por ciento con relación al primer trimestre del 2008. En otras palabras, aunque la tasa de crecimiento resultara aparentemente elevada, el nivel real de la producción sería muy bajo respecto al pasado inmediato. Vamos ahora al segundo trimestre del 2010. Si en ese lapso, la economía tuviera un crecimiento anual de 5 por ciento, con todo y todo, apenas estaría 1 por ciento por arriba del nivel obtenido en el tercer trimestre del presente año y por abajo en 5.1 por ciento del segundo trimestre del 2008. Luego de caídas tan bruscas, tenemos aparentes paradojas en el comportamiento de la economía, como el hecho de que con todo y un crecimiento promedio de 4.5 por ciento en el primer semestre del 2010, el nivel real de la economía no va a cambiar mucho respecto al que tuvimos en el segundo semestre de este año. Así lo vamos a percibir, aunque la estadística nos hable de crecimiento. Habrá que ser muy sensatos para dar la dimensión real a las cifras que tendremos en el 2010. ¿Y el empleo? También habrá que ver las cosas con cuidado en materia de empleo pues aunque también habrá recuperación, debemos darle su justa dimensión. Si nos ponemos optimistas y pensamos que para diciembre habrá 'solo' una caída de 1.5 por ciento respecto al año pasado (en octubre fue de 3.4 y en noviembre de 2.2 por ciento), el saldo de la pérdida de empleos al finalizar el año sería de poco más de 200 mil personas. Para el 2010, si se considera una recuperación de 250 mil empleos, significaría terminar el próximo año con un nivel equiparable al que teníamos en diciembre de 2007. Es decir, aún con un escenario razonablemente optimista, llegaríamos al final del próximo año con un saldo de tres años sin generación neta de empleos. Si el argumento esgrimido por el gobierno es correcto, en el sentido de que el empleo ha caído menos en México por efecto de las políticas anticíclicas que para ese propósito se han diseñado, entonces eso es una mala noticia para los próximos meses, pues ese tipo de políticas funcionan para contener la caída pero ya no están diseñadas para acelerar el crecimiento. Por esa razón, es factible que aún con un crecimiento económico cercano al 4 por ciento el próximo año, el empleo formal apenas crezca 2 por ciento o poco más. En otras palabras, todavía estamos muy lejos de que los puestos de trabajo alcancen. Es probable que la sensación de que no hay empleo en México duré todavía dos o tres años más pues aunque la oferta de plazas crezca, se habrá quedado tan atrás de la demanda, que cada plaza va a ser peleada por decenas de aspirantes por un buen tiempo en el País.

Aviso importante Listado de mercancías que podrán ser importadas exentas del pago de contribuciones Se da a conocer el Listado que modifica a los listados de mercancías que podrán ser importadas exentas del pago de contribuciones a que se refiere el artículo Primero del Decreto por el que se exime del pago de contribuciones al comercio exterior para hacer frente a la situación de contingencia sanitaria provocada por el virus de influenza, publicado en el DOF el 2 de mayo de 2009”, publicados los días 4 y 12 de mayo, y 10 de septiembre pasados, mismo que podrá ser aplicado a partir del 25 de septiembre de 2009.

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