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El PAN en el Senado impulsará una reforma para obligar a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) a reportar íntegramente al Congreso la totalidad de los gastos fiscales, pues considera que desde el 2004 hasta el 2009, esa dependencia ha sido omisa en detallar los recursos que deja de percibir la Federación por los regímenes especiales y excepción de impuestos.
El incremento en las tasas del IVA para 2010 provocará problemas de facturación en las empresas debido a que la tasa actual de 15 por ciento en dicho gravamen sólo se respetará en las operaciones realizadas este año o durante los primeros 10 días del próximo, alertó el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF).
El presidente Felipe Calderón Hinojosa nombró oficialmente al doctor Agustín Guillermo Carstens Carstens como Gobernador del Banco de México por el período comprendido del 1o. de enero de 2010 al 31 de diciembre del 2015.
Si usted pensó que los créditos automotriz, bancario o con una arrendadora que contrató a plazos fijos no serían afectados por el incremento en el IVA, se equivocó. A partir del 1 de enero su institución financiera le hará el ajuste en su mensualidad al aplicar el incremento en el gravamen de 15 a 16 por ciento a los intereses que paga.
El PAN llevará de nueva cuenta la aplicación del IVA a alimentos y medicinas a la negociación de la Reforma Fiscal en 2010, adelantó el presidente de la Comisión de Hacienda en la Cámara de Diputados, Mario Alberto Becerra Pocoroba, del blanquiazul, para quien no debe haber temas tabú en ese proceso.
El gobierno federal volvió a aumentar el precio de la gasolina, ahora tres centavos más por litro. Una mala noticia para los deteriorados bolsillos de millones de mexicanos, es cierto, pero también una medida necesaria. ¿Por qué? Porque aunque el precio parezca elevado dada la situación económica de México, el costo es menor a lo que en realidad gasta el país en importar esa gasolina. Mantener intactos los precios implicaría beneficiar a muchos a costa de los pocos contribuyentes cautivos que con sus impuestos pagan el subsidio.
El secretario de Hacienda Ernesto Cordero Arroyo ratificó en sus cargos a Alejandro Werner Wainfeld como subsecretario de Hacienda, a Dionisio Pérez Jácome Friscione como subsecretario de Egresos y a José Antonio Meade Kuribreña como subsecretario de Ingresos.
Los impuestos del futuro
Para desgracia de los contribuyentes, en casi todas partes, lo que se ve en el futuro son más impuestos.
De acuerdo con los datos del FMI, el déficit fiscal de los países avanzados será este año de aproximadamente 9 por ciento del PIB y para el 2010 será apenas un poco menor.
De acuerdo con los programas que los gobiernos han presentado, se espera que aún para el año 2012 los déficit promedien 6 por ciento del PIB.
Sólo para dimensionar este tamaño, a principios de la década de los 90 los desbalances fiscales llegaron a su punto más crítico, alcanzando poco más de 4 por ciento, pero hacia el final de la década prácticamente estaban en cero.
El déficit fiscal no es otra cosa que deuda pública. A veces se olvida ese principio elemental. Y, como toda deuda, algún día tiene que pagarse.
Para poder hacerlo, normalmente los gobiernos tienen que poner en práctica programas para recortar gastos o para aumentar ingresos.
Por la propia naturaleza de los Congresos, que son los que usualmente tienen que aprobar la política fiscal, es menos frecuente que haya recortes de gastos que alza de impuestos.
El que se haya echado mano del déficit para estimular las economías en esta coyuntura significa que alguna vez tendrán que cobrarse más impuestos para poder saldar la deuda.
Lo peor es que ya antes de que atravesáramos por esta crisis había una presión fiscal subyacente que amenazaba con requerir de más impuestos y que se aprecia perfectamente en el plan de salud de Obama... o en las crecientes demandas de recursos para pagar las pensiones públicas en México.
Una parte del problema tiene que ver con el cambio de la pirámide poblacional en el mundo desarrollado y aun en países como el nuestro.
La mayoría de las naciones avanzadas ya consumieron su 'bono demográfico' y ahora tienen una creciente tasa de dependencia derivada de una proporción de población retirada y jubilada cada vez mayor.
En México nos quedan algunos años de ese bono... pero las perspectivas para aprovecharlo son en este momento muy limitadas por el bajo crecimiento potencial que existe en el mediano plazo.
Eso significa que ante el riesgo de que en el curso de la siguiente década haya una carga tributaria mayor, es probable que el impacto sobre las familias en nuestro País sea más alto que en países en los que el ingreso per cápita es de 20 mil dólares anuales o más.
Es diferente que pague más impuestos un suizo a que lo haga un trabajador mexicano.
Hay ahora esperanza por la iniciativa de los líderes de las fracciones de los tres grandes partidos en el Senado para realizar una discusión que permita -ahora sí- una reforma fiscal a fondo.
Pero cuando se perciba que esa reforma seguramente va a significar una mayor carga, verá usted que el entusiasmo va a reducirse considerablemente, y probablemente todo quede en palabras.
No sólo porque a ningún político le gusta subir impuestos, sino por el hecho de que sólo habrá aceptación de esa carga adicional cuando realmente el sector público haya hecho un esfuerzo efectivo de racionalización y eficiencia, que no se ve en el horizonte.
Más vale que nos pongamos a trabajar para tener una economía que crezca más de 5 por ciento al año, pues sólo así se podrá generar la recaudación que se requiere simplemente para hacerle frente al cambio generacional que ya vivimos.
La recuperacion y los bolsillos
¿En qué momento la gente percibirá que la recuperación ya se refleja directamente en sus bolsillos?
Esa sensación va a surgir sólo hasta el momento en el que el ingreso familiar tenga una tendencia positiva en términos reales y bien a bien hasta que las tasas positivas sean visibles y no marginales.
Una de las mediciones más claras de este ingreso es el comportamiento de la masa salarial real que resulta de integrar las variaciones del nivel de empleo formal con las del salario real.
Aunque en los últimos meses ya se han generado nuevos puestos de trabajo, si se compara contra el mismo periodo del año pasado, sigue habiendo caídas. La cifra del empleo formal al mes de octubre refleja un retroceso de 3.4 por ciento.
En materia salarial, las revisiones realizadas tenían en octubre un promedio de 4.5 por ciento, que era el mismo nivel de la inflación.
De esta manera, la masa salarial real tiene una caída de 3.4 por ciento, semejante a la del empleo.
Las expectativas de revisión salarial que surgen de encuestas de empresas especializadas indican incrementos para los siguientes meses que van a ubicarse entre 4 y 4.5 por ciento, con una inflación que probablemente vaya a ir entre 4.5 y 5 por ciento, particularmente a partir del mes de enero.
Así que lo más probable es que el salario real siga estancado o incluso que tenga una ligera reducción.
Lo determinante para observar el comportamiento de la masa salarial será el desempeño del empleo.
Desafortunadamente, el empleo formal en México tiende a rezagarse cuando empieza a haber crecimiento económico.
Aun cuando en los primeros trimestres del próximo año ya existan variaciones positivas en el PIB, lo más probable es que por algunos meses, el empleo siga sin crecer si se mide contra el mismo periodo del año anterior.
Las empresas van a utilizar al mismo personal y probablemente haya más horas hombre, pero sin que haya la incorporación de más gente.
Es probable que sea hasta la segunda mitad del 2010 cuando el empleo registrado en el IMSS empiece a mostrar ya un crecimiento más visible.
Y quizá sea hasta el 2011 cuando la combinación de las tasas de empleo y los niveles salariales, es decir, la masa salarial, empiece a registrar un crecimiento anual que pueda superar el 2 por ciento, para poder hacerse visible.
Ojalá estuviéramos frente a una recuperación al estilo de la de 1996-97, años en los que hubo una tasa media anual de crecimiento del empleo de 6.1 por ciento.
Ahora, frente a una expectativa de crecimiento económico de poco menos de 3 por ciento para el próximo año, quizás el empleo pueda crecer apenas arriba del 2 por ciento y, por tanto, todavía se quedará por abajo del nivel que tenía antes de la crisis.
Se ha dicho en diversas ocasiones que teníamos que prepararnos para una crisis larga, pero a veces se nos ha olvidado.
Así que en realidad sentiremos que la crisis quedó atrás y que la recuperación ya la sentimos en el bolsillo probablemente hasta dentro de más de un año, quizás hasta que haya transcurrido una parte del 2011.
Son realidades amargas, que no gustan a nadie, pero más vale que las asumamos para saber qué hacer con nuestras finanzas personales y con las estrategias en las empresas.
El Muro de Mexico
Hace 20 años cayó el Muro de Berlín. No estaba hecho solamente de acero y concreto. Lo integraba una poderosa argamasa de intereses, estructuras, costumbres. Y estaba hecho también de creencias que por siete décadas habían resistido los embates de la realidad: la fe en una economía central planificada, la abolición del mercado, el dogma de la dictadura del proletariado, entre otras.
Finalmente, como ocurre siempre, la realidad terminó por imponerse: la súbita implosión del sistema soviético liberó de inmediato a sus ciudadanos y a sus satélites. A partir de entonces, no sin tropiezos y desencantos, aquel conglomerado de personas y países ha ido encontrando su ruta hacia la modernidad.
Hace 20 años, México comenzó a derribar el muro de su premodernidad. Estaba hecho de una argamasa política mucho más suave que la de aquel (nuestro sistema no era totalitario ni nuestra economía planificada), pero los intereses corporativos, sindicales, empresariales y burocráticos que lo integran (y lo integran aún) no han sido menos resistentes, lo mismo que el conjunto ideológico de creencias que lo ha sostenido hasta ahora: el 'nacionalismo revolucionario'.
En 1989, las reformas de Salinas comenzaron a modifiarlo: liberalizaron la propiedad ejidal en el campo, normalizaron las relaciones con la Iglesia católica, introdujeron programas de apoyo social a los mexicanos marginados y se firmó el Tratado de Libre Comercio. Aunque apuntaban hacia la modernización, las reformas se instrumentaron con mucha discrecionalidad y poca pulcritud, sobre todo en los procesos de privatización. Y no se acompañaron de la reforma que el contexto global favorecía: la reforma política. En México tuvimos una Perestroika parcial sin ninguna Glasnost.
Finalmente, la transición democrática llegó en el sexenio de Zedillo y cristalizó en el nuevo régimen que, con todas nuestras frustraciones y desencantos, habitamos desde el 2000. El avance ha sido notable en términos de ejercicio electoral, división de poderes, federalismo, libertad de expresión y transparencia, pero el TLC y la democracia -los dos actos centrales de modernización en los últimos 20 años- no derribaron el muro mental de los mexicanos.
A 20 años de distancia, no hay huellas del Muro en el viejo mundo. ¿Por qué cayó? El quiebre ocurrió cuando un líder visionario y sagaz, Mijail Gorbachov, asumió la realidad: 'el socialismo real' no era reformable. A lo largo del siglo, la crítica de los intelectuales fuera y dentro de la URSS fue minando los cimientos: Orwell, Koestler, Gide, Pasternak, Solzhenitsyn, Sájarov, Havel, Kundera, entre muchos otros, exhibieron y documentaron el rostro opresivo y empobrecedor tras la máscara utópica. Pero la crisis sólo se precipitó hasta los años 80.
Cuando el gobierno polaco, que supuestamente representaba la 'dictadura del proletariado', se sintió en la necesidad de reprimir a su propio proletariado (el Sindicato Solidaridad), la contradicción se volvió ineludible, irrefutable. Esa contradicción, aunada a los límites económicos objetivos del sistema comunista, desplomó el Muro. El sistema que sustituyó a la realidad que representaba no es, ni será nunca, ideal o plenamente satisfactorio, pero las vastas mayorías en esos países lo prefieren al anterior.
A 20 años de distancia de sus primeras reformas estructurales, y a casi diez de haber transitado a la democracia electoral, México continúa siendo un país amurallado. El 'nacionalismo revolucionario', genuino, popular y vigente en su tiempo, ha terminado por resultar paralizante en la práctica. Pero sus dogmas fundamentales están a tal grado arraigados en ámbitos políticos, partidistas, intelectuales, periodísticos, académicos y aun eclesiásticos, que ni siquiera son vistos como tales.
Ortega y Gasset decía que 'las ideas se tienen, en las creencias se está'. Pues bien, una franja amplia de la opinión pública mexicana está en creencias que parten de la realidad nacional y mundial en tiempos de Lázaro Cárdenas, pero que en la realidad nacional y mundial de nuestro tiempo bloquean el desarrollo sano del País.
Dos ejemplos, entre muchos: la negativa, probada en las bizantinas discusiones de 2008, a abrir nuestro sector energético a la inversión extranjera (aunque esa prohibición nos iguale a Norcorea, aunque nadie en el mundo entienda nuestra actitud autoinmoladora, aunque el petróleo se agote, aunque la alianza pueda ser con Petrobras); el concepto de que un sindicato, por el solo hecho de serlo, beneficia a los pobres (aunque sus servicios al público sean onerosos y corruptos, aunque sus líderes se enriquezcan, aunque sus miembros tengan sueldos y prestaciones notoriamente superiores a los de la vasta mayoría no sindicalizada, aunque sus recursos no se transparenten ni su régimen interno se democratice).
La realidad nos aproxima a la hora cero, pero los protagonistas individuales y colectivos que hicieron posible la caída del Muro de Berlín no existen en el caso mexicano. Para empezar, entre nosotros la crítica no es crítica: es ortodoxia. Con excepciones, la mayoría de la clase académica e intelectual no ve el muro: forma parte del muro. Y está convencida de que la vía para sacar al País de la crisis es elevarlo hasta el cielo.
Tampoco se advierte en el horizonte un Gorbachov mexicano que haga ver al ciudadano los límites con que topa ya nuestra economía, que refute dogmas y tabúes y se atreva a intentar -con razones claras y apego al derecho- la labor de demolición.
Por lo demás, un líder no lo podría todo: se requiere también un Congreso responsable y maduro. En las circunstancias actuales, si nada cambia, la conclusión es preocupante: el muro caerá, tarde o temprano, pero caerá sobre nosotros.
Lo positivo de diciembre
Arrancamos el último mes de un año terrible en lo económico, y en medio de las sombras hay algunas lucecitas económicas.
La situación del País es tan difícil, que a veces nos genera tal pesimismo que nos hace perder de vista algunos signos positivos, débiles y titubeantes, pero positivos al fin.
Estamos lejos de una recuperación sólida y robusta, pero por lo menos hay síntomas que nos dicen que las cosas no se van a poner peor.
Aquí le va una colección de éstos.
1.- En el curso de las primeras dos semanas del mes habrán de pagarse aguinaldos que van a representar un ingreso adicional para poco más de 14 millones de personas. Esto significa al menos un poder de compra extra de 50 mil millones de pesos que mal que bien les va a dar vida por algunas semanas a comercios e industrias.
2.- La historia nos muestra que las ventas de todo tipo de establecimientos comerciales en México son -en promedio- entre 25 y 30 por ciento superiores a las de los meses anteriores. Es cierto que quizá no sean mayores a las de otros diciembres, pero sin duda van a ser mucho mejores que las de meses previos.
3.- Con todo y que el nivel de empleo sigue abajo del año pasado, de mayo hasta octubre se han creado en México 205 mil nuevos puestos de trabajo. Aunque tradicionalmente en diciembre hay una baja de empleos temporales, por las tendencias que se aprecian ahora no será tan crítica como la del año pasado.
4.- La producción en el País va para arriba y de manera acelerada. El IGAE del mes de septiembre, el más reciente indicador global de la actividad económica, reporta un crecimiento mensual (sin efectos estacionales) de 0.69 por ciento. Si se traduce a escala anual, significa un crecimiento de 8.3 por ciento. En el caso de los servicios, el aumento es de casi 16 por ciento. El problema es que estamos tan abajo, que este salto se nos pierde en el fondo en el que estamos.
5.- Las exportaciones de manufacturas llevan seis meses de crecimiento sistemático y las cifras de octubre (desestacionalizadas) ya están 12 por ciento por arriba del nivel más bajo al que se llegó en mayo, por lo que el sector más moderno de la economía ya va poco a poco hacia arriba.
6.- Aunque un peso fuerte no es una buena noticia para los exportadores, sí lo es para la mayoría de los consumidores, por lo que los niveles que tiene ahora auguran una buena temporada navideña en viajes que se cotizan en dólares o en la compra de diversos productos de consumo (sobre todo electrónicos) que con frecuencia también tienen sus precios relacionados a dólares.
7.- Si usted es proveedor del Gobierno federal, o de las paraestatales, también puede tener un excelente mes, pues es tradicional que en las últimas semanas del año -a veces malamente- los funcionarios abran la chequera (la institucional, claro) y hagan desembolsos muy fuertes, lo que va a dinamizar un poco a quienes tienen al Gobierno como uno de sus principales clientes.
Los signos positivos que le he enumerado no quieren decir ni que la crisis haya quedado atrás ni tampoco que estemos en el preludio del arranque de un gran año. De hecho, la cuesta de enero va a ser probablemente más difícil que la de hace 12 meses.
Sin embargo, le insisto en que estamos tan inmersos en las malas noticias económicas, que a veces no reparamos en los datos positivos.
Y aunque no hay muchos, en este diciembre hay algunos que no pueden dejar de subrayarse.
La logica del Presidente
La visión del Presidente respecto a un posible cambio en Banxico tiene que ver con su estrategia.
Tras concluir la primera mitad del sexenio de Fox y luego de su tarea, compleja y desgastante, en la coordinación de la bancada panista, a Felipe Calderón lo pusieron en la banca, literalmente.
Llegó a Banobras en febrero del 2003. Una entidad que le quedaba muy chiquita para su trayectoria y aspiraciones.
Lo más recordable de su paso por la banca del federalismo fue un escándalo por un préstamo que lo obligó a renunciar a una prestación a la que tenía derecho.
Pero Felipe tuvo paciencia y aguantó.
Fue designado, en septiembre de ese año, Secretario de Energía y llegó a las grandes ligas. De golpe se convirtió en precandidato presidencial.
A donde fueres haz lo que vieres, reza el dicho. Y Calderón sólo imitó Creel, que hacía proselitismo desde la Secretaría de Gobernación para caminar hacia la candidatura presidencial.
La diferencia es que a Calderón le costó un jalón de orejas público de Fox, que no toleró, y renunció apenas a nueve meses de haber tomado Energía.
Calderón quedó en el ostracismo, pero comenzó, junto con sus más cercanos, a hacer un trabajo oscuro y eficaz, de uno a uno, para poder garantizar un proceso interno en el PAN que le diera oportunidad de contender por la Presidencia.
Consiguió que el proceso no fuera abierto y las votaciones tuvieran una secuencia de zonas. El resultado fue que logró la candidatura en octubre del 2005, por encima de la voluntad y manejos de Marta y Fox.
Llegó con todas las desventajas a contender por la Presidencia, pero tuvo la habilidad para remontar la desventaja y, así haya sido por un margen muy pequeño y en medio de cuestionamientos, ganó las elecciones en julio del 2006.
Todo ello determinó una visión. Calderón ganó con un equipo cercano, hábil y leal.
Sin embargo, cuando tuvo que nombrar un Secretario de Hacienda, supo que no tenía a nadie que pudiera con el paquete en su equipo.
El encargado de los temas económicos en la campaña, Ernesto Cordero, fue el encargado de viajar a Washington a plantearle al subdirector gerente del FMI, Agustín Carstens, la propuesta de convertirse en el Secretario de Hacienda del nuevo Gobierno.
Carstens armó la Secretaría con dos piezas suyas, Alejandro Werner y Fernando Sánchez Ugarte. Pero en la tarea de egresos quedó como subsecretario alguien muy cercano al Presidente: Ernesto Cordero.
El nuevo Secretario se colgó su primera medalla cuando consiguió la reforma del sistema de pensiones del ISSSTE, que le quitó presión de largo plazo a las finanzas públicas.
Luego, en medio de muchos jaleos, logró sacar el IETU sin un costo político tan alto.
En el camino, Cordero dejó Hacienda y pasó al primer círculo en calidad de titular de Sedesol.
En las últimas semanas, el Presidente ha estado con la disyuntiva de si su amigo y colaborador ahora sí ya tiene las capacidades para reemplazar a Carstens.
Si llega a la conclusión de que así es, no habrá duda.
El 'gordo', como le dicen los más cercanos, se iría al banco central, y un actuario se convertirá por primera vez en titular de Hacienda.
Si no es así, probablemente Felipe prefiera ir en contra de su filosofía y su historia, y deje a alguien distante de él, Ortiz, como titular de Banxico.
La realidad a estas alturas es que todo depende de cómo vea el Presidente a Cordero.
Nombramientos y dudas
Aunque no se expresen, los nombramientos de ayer desataron dudas en el sector financiero del País.
De manera pública, los organismos empresariales, así como directivos bancarios y la mayoría de los expertos, se congratularon por la decisión del Presidente Calderón de proponer a Agustín Carstens para Banxico y nombrar a Ernesto Cordero nuevo titular de Hacienda.
De manera privada, muchos de los enterados encontraron inexplicable la decisión presidencial, derivada casi exclusivamente de su deseo de deshacerse del incómodo gobernador de Banxico, y de tener en Hacienda a uno de los hombres más cercanos al Presidente de la República.
La explicación del porqué no hacen pública su opinión privada me la dio un dirigente empresarial, que señalaba que no podían contribuir a generar desconfianza respecto a la situación financiera de México, reconociendo que, al menos, estos movimientos crean un cierto nivel de incertidumbre.
El lunes escribíamos en este espacio: 'En las últimas semanas, el Presidente ha estado con la disyuntiva de si su amigo y colaborador (Cordero) ahora sí ya tiene las capacidades para reemplazar a Carstens.
'Si llega a la conclusión de que así es, no habrá duda'.
Todo indica que el fin de semana acabó de inclinarse la balanza.
Quienes planteaban las ventajas de que no hubiera cambios en los equipos de Hacienda y Banxico partían de la base de que los titulares de ambas dependencias estaban calificados para hacer el trabajo y que el movimiento era innecesario.
En contraste, pedían -como lo han hecho desde hace meses- un cambio en Economía.
Aunque no deja de preocupar que el gobernador de Banxico esté demasiado cercano al Presidente, las principales inquietudes provienen del cambio en Hacienda.
Nadie cuestiona el talento y la honestidad de Ernesto Cordero, pero muchos sí lo hacen con su falta de experiencia.
Aunque estuvo en la subsecretaría de Egresos, los temas principales de los próximos meses tendrán que ver con la reforma fiscal y con la estabilidad financiera y el crecimiento del País en temas en los que Carstens tenía una experiencia sobrada.
Se ha hecho público que no habrá cambios inmediatos en el equipo de Hacienda, lo que genera cierta tranquilidad en el hecho de que continúen operando Alejandro Werner, José Antonio Meade y Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena en los temas que son más distantes del Secretario Cordero.
Pero también se sabe que habrá asuntos en los que las decisiones deberá tomarlas el Secretario y en ellos quizá pudiera no haber el conocimiento que sólo se obtiene con los años de experiencia.
Otra de las preocupaciones es que el propio Presidente Calderón se convierte en un poder con mayor peso en el día a día de Hacienda, debido que la carrera en la administración pública de Cordero se hizo a la sombra del actual Mandatario.
También hay un ángulo que no puede perderse de vista. Los legisladores del PRI, que insistieron en la permanencia de Ortiz en Banxico, no van a dar una ratificación gratuita a Carstens, al margen de sus indiscutibles calificaciones, lo que implica que en esa negociación el tricolor podrá poner sobre la mesa asuntos diversos, desde la reforma del Estado hasta asuntos presupuestales.
No habrá corrida financiera tras los cambios, pero los mercados van a ver con lupa las primeras decisiones de Hacienda y el Banco de México en el 2010 y van a ser muy duros si juzgan que se está tomando un curso incorrecto de acción.
Abrir el Banxico
Es tiempo de plantear una modificación a la ley para hacer públicas las minutas de la Junta de Gobierno de Banxico.
Durante mucho tiempo nos dijeron una y otra vez que la mejor contribución que puede hacer un banco central al crecimiento de la economía es preservar el poder adquisitivo de la moneda. Es decir, combatir la inflación.
Sin embargo, en las entrevistas y declaraciones que ha hecho Agustín Carstens, tras ser nominado para ocupar la gubernatura del Banco de México, ha dejado entrever que esto no es tan automático.
En el discurso en el que aceptó la nominación hecha por el Presidente Calderón, Carstens hizo una crítica tácita a la gestión de Ortiz al señalar que más allá de cumplir con el mandato constitucional del banco 'no obsta para que se puedan explotar de manera mucho más efectiva oportunidades de coordinación entre el Banco de México y el Gobierno federal en la consecución de objetivos más amplios... todos los mexicanos debemos sumar esfuerzos para retomar la senda de crecimiento económico acelerado'.
No queda claro qué instrumentos podría emplear el banco central para incentivar el crecimiento. Será interesante que los senadores, al interrogar al nominado para gobernador, le pidan más detalles respecto a ello y respecto a lo que tiene en mente en materia de cooperación con el Gobierno.
Sin embargo, en estas grandes definiciones sería indispensable saber también qué es lo que opinan los otros cuatro integrantes de la Junta de Gobierno, pues como el propio Carstens lo ha dicho, en la junta su voto es uno más, aunque él tendría a su cargo el staff completo del banco.
Van a darse momentos de tensión el próximo año, cuando probablemente tenga que plantearse la posibilidad de aumentar nuevamente tasas de interés ante las renovadas presiones inflacionarias. Y, en ese momento, quizá la búsqueda de la estabilidad de precios riña temporalmente con la promoción del crecimiento.
¿Presionará Carstens a la Junta para que no suban las tasas, aunque los otros integrantes de ésta vean la necesidad de hacerlo?
Quizá los senadores que andan elucubrando respecto a darle a Banxico un doble mandato, se pudieran concentrar en proponer una reforma legal para que las minutas de las reuniones de la Junta de Gobierno, al menos de algunas de ellas, se hicieran públicas pasado cierto tiempo, como ocurre, por ejemplo, en el caso de la Reserva Federal de Estados Unidos.
Hoy, eso podría ser un blindaje a la autonomía del banco central y un seguro respecto a las posibilidades de que el Gobierno federal quiera intervenir en las decisiones del banco.
En el caso de Hacienda, hay que ver hasta qué punto la política de gasto se relaja un poco más.
Cordero llega con la encomienda de propiciar el crecimiento, pero manteniendo el equilibrio de las finanzas públicas.
No siempre se pueden compaginar los dos objetivos y en cierto momento también pueden ser metas que compitan entre sí.
La reforma fiscal que se ha planteado, y que muchos entienden como pagar menos, es inviable con las presiones fiscales de mediano plazo sin un recorte a fondo de las estructuras de Gobierno.
Pero al mismo tiempo una mayor carga tributaria puede implicar que se lastre adicionalmente al crecimiento al reducir el monto de recursos en manos privadas.
¿Será acaso más proclive al déficit y a la deuda el nuevo Secretario?
Son éstos los temas que van a verse con lupa en la gestión de los nuevos funcionarios.
Las generaciones actuales
Hoy gobierna a México la generación política nacida entre 1950 y 1965. Está en el Ejecutivo, el Legislativo, el Gobierno del DF y en muchos estados. Está en el PRI, el PRD y el PAN. ¿Cómo convendría llamarla? Tal vez: 'Generación de la Modernidad Fallida' (GMF).
El libreto de las generaciones volteó la página en el sexenio de Ernesto Zedillo (1951). Pertenecía a la generación que debía fundar un nuevo ciclo, ya no posrevolucionario sino puramente moderno, un ciclo que debía llevar al País a un estadio superior de civilidad, prosperidad, equidad y democracia. Y así ocurrió... por breves años.
Si bien México no creció como debía, la transición política se llevó a cabo con un orden admirable. No es casual que uno de los personajes centrales de ese proceso aterciopelado haya sido José Woldenberg (1952). Militante de izquierda en los 80, entendió temprano los imperativos morales y políticos de la democracia y se reformó a sí mismo. Se volvió uno de los hombres representativos de nuestra exigua izquierda moderna, tolerante, liberal. Con ésas y otras cartas credenciales encabezó al IFE, instrumento fundamental de un cambio de instituciones y costumbres políticas que entre todos conquistamos y que a veces no valoramos lo suficiente.
Lo natural en el año 2000 hubiese sido que un miembro de esa generación consolidara los avances y los llevara más lejos. Pero entonces el libreto de las generaciones dio un salto para atrás: los tres contendientes pertenecían al ciclo anterior, supuestamente superado: Cárdenas (1934), Labastida (1942) y Fox (1942).
El Presidente Fox resultó un hombre de ruptura, no un edificador. Y es una lástima: el país hubiese respondido con entusiasmo a sus propuestas de reforma estructural. No faltaron miembros de su gabinete (pertenecientes a la generación nueva) que las insinuaron. Otros y otras (también de esa zona de edades) aconsejaron un cambio paulatino o ninguno, situación que en la práctica condujo a la inmovilidad, la pérdida de tiempo y, peor aún, el vacío de poder. Ese vacío lo aprovecharon miembros anacrónicos de la joven generación: nostálgicos del 68 y obsedidos por la ideología del 'nacionalismo revolucionario' se entregaron a un líder carismático que encarnaba el remoto pasado caudillista, no el orden institucional y democrático. Así fue como la que iba a ser la GM se convirtió en la GMF.
Hoy los principales abanderados de la GMF en el PRI navegan entre el pragmatismo, el dogmatismo y los medios, esperando reconquistar Los Pinos y entonces, sólo entonces, impulsar las reformas que ellos consideren necesarias pero que nadie, hoy por hoy, sabe cuáles son. Por su parte, el Presidente y su equipo (en el que predomina también esa generación) toman aire para presentar con su partido las reformas anunciadas. Ante la pérdida de credibilidad por su manejo de la crisis económica, deberían poner de inmediato sobre la mesa esas propuestas. En cuanto al PRD, la pregunta es obvia: ¿su 'refundación' implicará una reforma o afianzará los dogmas del 'nacionalismo revolucionario'? ¿Propiciará un programa modernizador o se inclinará ante el caudillo? Lo primero, estoy seguro, convertiría al PRD en una opción convincente para el 2012.
Los veteranos de la GMF ya peinan (si es que peinan) canas: van a cumplir 60 años. Los más jóvenes tienen 45 años de edad, es decir, no se cuecen al primer hervor. (A esa edad Lázaro Cárdenas ya era ex Presidente). Ni unos ni otros han presentado al ciudadano un proyecto práctico, detallado, fragmentario si se quiere pero asequible para el país. La mayoría se limita a vocear un catálogo de vaguedades. En el teatro rápido de la política el tiempo vuela más que en el de la vida, y por eso dudo que esa generación (que debió fundar un nuevo ciclo) vaya a aportar mucho más al país. Cierto, algunos posibles precandidatos a la presidencia pertenecen a este grupo. Pero están dejando ir el tren de la historia.
Lo cual deja a la generación siguiente, la llamada 'Generación X' (nacida entre 1966 y 1980) en una situación de orfandad que, sin embargo, tiene sus ventajas. Imaginemos a un hombre de aproximadamente 35 años. Para él, la Revolución Mexicana con todo y sus íconos es tan remota como la Independencia o la Conquista. Para él, el movimiento estudiantil del 68 es una épica que no quiere repetir. Pasó su infancia en medio de la crisis (82, 88), abrió los ojos horrorizados con el asesinato de Colosio, se llenó de esperanza con la transición política, se ilusionó con la campaña de Fox, se desilusionó con la gestión de Fox. Para él el PRI es sinónimo de corrupción, el PAN de mochería, por eso quiso creer en la izquierda, pero la izquierda mesiánica lo decepcionó. Ha vivido este sexenio en vilo. No se reconoce en los partidos y tiene una visión muy crítica tanto del Gobierno como de la Oposición. ¿Qué debe hacer?
Una opción es confiar en los representantes de su propia Generación X que ocupan ya cargos públicos y pueden ser contendientes para el 2012. Pero es difícil creer en ellos si nadie sabe, en concreto, qué país quieren. ¿Lo saben ellos? Por eso, al hipotético personaje no le queda más alternativa que asumir su orfandad -asumirla como opción de libertad, valor y creatividad- y buscar por cuenta propia caminos de participación cívica y política para lograr el cambio estructural que México requiere. Ésa es su tarea para el año entrante: el Año del Bicentenario.
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